domingo, 7 de julio de 2013

Lo que callamos las Princesas

Después de ese Blog un poco pasado de lo atrevido, pero con mucho cariño hacia ELLOS, hay que hacer un alto en el camino, y hacer una autocrítica de nosotras mismas. Muchas veces es difícil aceptar lo raras y complicadas que somos en algunas cosas. La manera tan coloquial que manejamos preguntas tan obvias como: ¿Estas bien?, ¿Te pasa algo?, a lo que respondemos con un contundente “Nada” que oculta un “Me pasa de todo grandísimo idiota”.

Cuando estamos alteradas no somos locas esquizofrénicas, simplemente estamos cambiando, y como bien lo dijo Jorge Luis Borges: “Los únicos que nunca cambian son los tontos y los muertos”. Si bien es cierto, una cosa es sufrir ese cambio y otra cosa muy diferente hacérselo sufrir a los demás como un karma. Aunque seamos realistas, uno cambia porque no soporta que la vida se le pase frente a las narices, no se tome en las manos y simplemente no se haga nada por uno mismo.  En estos matices de personalidad debemos expresarnos muchas veces para quitarnos esos pesos filosóficos y trascendentales que nos dan algunos días, aunque a muchos les pesa y no puedan soportarlo.

Así que, la que te esperaba despierta, se vuelve un oso en hibernación. La morsa chewbacca que te esperaba dormida, se compra unas bragas y espera que se las quites. La que se veía las novelas cortavenas de Mario Alejandro y Luisa Antonieta, se anota a todos los cursos posibles existentes en el planeta. Las historias de corazones rotos, son tu historia de corazón roto. La vida que antes era full estrés y movimiento, se vuelve lochuda y hasta conchuda. La que trabaja todos los días frente a un computador, se quiere ir a vivir en una cueva y vivir la experiencia selvática de su vida. La gordita baja sus kilitos, y la flaquita los sube como un buñuelo. En medio de tanta discordia, te tratan de insatisfecha, problemática, inmadura, regluda, egoísta, infantil y hasta feminista.

Es aquí cuando un hombre empieza a asimilar la idea de convivir con nosotras, y se da cuenta que todo es como para ahorcarse y pegarse al techo como un gato. Se la va a pasar bastante entretenido tratando de descifrar el misterio que somos. Seguro que en toda la vida no va a terminar de descubrirlo. Cuando el hombre cree que ya nos comprende, se da cuenta que descubre una faceta nueva que antes no conocía. ¿Se le escapó a su mirada de Sherlock Holmes? ¡No! Ya hemos cambiado otra vez, y ahora deben empezar de nuevo a descubrir quién diablos somos.

Las mujeres empezamos a dar vueltas sin llegar al final. Pensamos una cosa, decimos otra y terminamos haciendo algo totalmente diferente. Pensamos pero todo en modo intuitivo. Primero, llegamos al final de todo, y al preguntarnos como llegamos a esa conclusión, presentamos el razonamiento lógico o en algunas ocasiones, hasta ilógico. Decimos muchas veces no lo que pensamos, o lo que elegimos o que por convicción escogemos, sino lo que sentimos empíricamente. Reproches definitivos que surgen de decepciones, enojos, mentiras, pero no son en la totalidad las decisiones que asumimos.

Somos un completo rompecabezas, una favela completa y para sorpresas, a lo largo de los meses podemos tener periodos de sensibilización total. Cambiamos más que el tiempo y el espacio. A veces hasta a lo largo del mismo día según las cosas que nos alegran o entristecen, en mi caso: Veo una mosca: ¡me despisto!, veo una película de Disney: ¡alegría eufórica!, se murió un cucarrón: ¡le hago funeral y lloro desconsolada!. Entre amigas, mujeres y rivales, ya nos entendemos. Pero los hombres tienen mil acertijos en la cabeza que resolver.

Pero bueno chicos tampoco se me desplomen, no todo es tan negro. Muchos de nuestros cambios lunares han sido recibidos con mucha alegría por algunos. Además, créanme que para nosotras no ha sido nada fácil descubrir que cambiar es muy natural en nosotras, y que ahora conseguir novio es una obsesión mandada a recoger. Ahora vivimos estresadas por exigirnos en logros profesionales y personales, en hacer lo que nos gusta y queramos, en vivir la vida y disfrutarla como si no hubiera un mañana.

Somos extremadamente marcianas y divertidas, diseñadas para que salgan de esa rutina monótona de su mundo encasillado y estructurado de machos. Nos vestimos nosotras mismas y duramos horas comprando nuestra propia ropa. Nos bajamos o salimos primero de cualquier catástrofe.  Podemos hablarle a la gente del sexo opuesto sin tener que imaginárnoslos desnudos. El chocolate y el coco muchas veces resuelven nuestros problemas. Podemos deducir como es alguien con solo mirarle los zapatos y las manos. Nos peleamos a morir y después somos amigas de nuevo. Con ellos somos compinches y amigos, compartimos pensamientos, trabajos, bobadas y gustos. Con ellas afectos e intimidades secretas. Podemos comentar lo tontos que a veces son los hombres en su presencia, porque simplemente ellos tienen un pito de contestadora en la cabeza o en su defecto una vaca con calzones y de igual manera no están escuchando. Pero chicos, ¡escúchennos! No nos dejen pensando que somos Barbies superficiales y huecas, porque ni una cosa ni la otra. Escuchen atentos, sin darnos muchas recetas mágicas, su cariño comprensivo nos permitirá pensar por nosotras mismas lo que pasa, y su paciencia en escucharnos nos hará sentir especiales. 
 
Con el paso de los años, logramos madurar algunos comportamientos. El autodominio se va ejercitando y vamos aprendiendo de nuestros propios cambios personales, actitudes y errores. Por eso, podemos volvernos más predecibles. Pero no dejamos de ser féminas en potencia. Tenemos paciencia y somos cursimente afectivas, por eso una reunión, una clase, el gimnasio, una casa de una amiga se transforman en hogar, parche y familia donde es lindo estar, porque nos sentimos queridas y aceptadas.

Cuando ustedes luego de toda esta retahíla barata no se alteran por nuestros cambios, nos transmiten seguridad racional de varónes y nos hacen mantener la cabeza fría en la dirección correcta de las cosas. De esta manera, nos damos cuenta del cariño, y a la vez de la firmeza de sus pasos. Porque, obviamente, son más estables que nuestros propios cambios alienígenas y además, el ser pacientes con nuestras pequeñeces y ternuras que nos hace mujeres les da un plus extra.


Si tú, hombre, tienes alguna objeción sobre todo lo anterior, te la responderé de una vez: Sonreímos cuando queremos gritar como locas. Cantamos cuando estamos histéricamente enojadas. Lloramos cuando estamos felices y reímos cuando estamos nerviosas. Luchamos por lo que queremos, por nuestros ideales y castillos en el aire. No tomamos un NO por respuesta si creemos que todo tiene una mejor solución. Amamos incondicionalmente sin temor a nada. Somos fuertes aunque creamos haber perdido toda la fuerza. Sabemos que un beso y un abrazo pueden curar un corazón roto, desperdiciado y herido. Venimos en todos los tamaños, colores y formas. Nuestro corazón hace el mundo girar, y es por eso que soy mujer. Estoy muy contenta y orgullosa de serlo, y a la vez me encanta lo diferentes y complementarios que somos con ustedes los machitos. Mucha suerte con ese crucigrama interminable, y créanme, ¡Jamás se cansaran ni se arrepentirán de llenarlo!



1 comentario:

  1. Jajajajaja lo máximo... es cierto podemos estar con mil cosas en el cerebro y en el.corazón pero sieeempre decimos que no pasa nada! Como.si fueran adivinos los.pobres muchachos... solo.alguien q nos.conozca la.suficiente sabe q ese."nada " tiene mas cosas.guardadas q.mi abuelita!

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