Después de ese Blog un poco
pasado de lo atrevido, pero con mucho cariño hacia ELLOS, hay que hacer un alto
en el camino, y hacer una autocrítica de nosotras mismas. Muchas veces es
difícil aceptar lo raras y complicadas que somos en algunas cosas. La manera
tan coloquial que manejamos preguntas tan obvias como: ¿Estas bien?, ¿Te pasa
algo?, a lo que respondemos con un contundente “Nada” que oculta un “Me pasa de
todo grandísimo idiota”.
Cuando estamos alteradas no somos
locas esquizofrénicas, simplemente estamos cambiando, y como bien lo dijo Jorge
Luis Borges: “Los únicos que nunca cambian son los tontos y los muertos”. Si
bien es cierto, una cosa es sufrir ese cambio y otra cosa muy diferente
hacérselo sufrir a los demás como un karma. Aunque seamos realistas, uno cambia
porque no soporta que la vida se le pase frente a las narices, no se tome en las
manos y simplemente no se haga nada por uno mismo. En estos matices de personalidad debemos
expresarnos muchas veces para quitarnos esos pesos filosóficos y
trascendentales que nos dan algunos días, aunque a muchos les pesa y no puedan
soportarlo.
Así que, la que te esperaba
despierta, se vuelve un oso en hibernación. La morsa chewbacca que te esperaba
dormida, se compra unas bragas y espera que se las quites. La que se veía las
novelas cortavenas de Mario Alejandro y Luisa Antonieta, se anota a todos los
cursos posibles existentes en el planeta. Las historias de corazones rotos, son
tu historia de corazón roto. La vida que antes era full estrés y movimiento, se
vuelve lochuda y hasta conchuda. La que trabaja todos los días frente a un
computador, se quiere ir a vivir en una cueva y vivir la experiencia selvática
de su vida. La gordita baja sus kilitos, y la flaquita los sube como un
buñuelo. En medio de tanta discordia, te tratan de insatisfecha, problemática,
inmadura, regluda, egoísta, infantil y hasta feminista.
Es aquí cuando un hombre empieza
a asimilar la idea de convivir con nosotras, y se da cuenta que todo es como
para ahorcarse y pegarse al techo como un gato. Se la va a pasar bastante entretenido
tratando de descifrar el misterio que somos. Seguro que en toda la vida no va a
terminar de descubrirlo. Cuando el hombre cree que ya nos comprende, se da
cuenta que descubre una faceta nueva que antes no conocía. ¿Se le escapó a su
mirada de Sherlock Holmes? ¡No! Ya hemos cambiado otra vez, y ahora deben
empezar de nuevo a descubrir quién diablos somos.
Las mujeres empezamos a dar
vueltas sin llegar al final. Pensamos una cosa, decimos otra y terminamos
haciendo algo totalmente diferente. Pensamos pero todo en modo intuitivo.
Primero, llegamos al final de todo, y al preguntarnos como llegamos a esa
conclusión, presentamos el razonamiento lógico o en algunas ocasiones, hasta
ilógico. Decimos muchas veces no lo que pensamos, o lo que elegimos o que por
convicción escogemos, sino lo que sentimos empíricamente. Reproches definitivos
que surgen de decepciones, enojos, mentiras, pero no son en la totalidad las
decisiones que asumimos.
Somos un completo rompecabezas, una
favela completa y para sorpresas, a lo largo de los meses podemos tener
periodos de sensibilización total. Cambiamos más que el tiempo y el espacio. A
veces hasta a lo largo del mismo día según las cosas que nos alegran o entristecen,
en mi caso: Veo una mosca: ¡me despisto!, veo una película de Disney: ¡alegría
eufórica!, se murió un cucarrón: ¡le hago funeral y lloro desconsolada!. Entre
amigas, mujeres y rivales, ya nos entendemos. Pero los hombres tienen mil
acertijos en la cabeza que resolver.
Pero bueno chicos tampoco se me
desplomen, no todo es tan negro. Muchos de nuestros cambios lunares han sido
recibidos con mucha alegría por algunos. Además, créanme que para nosotras no
ha sido nada fácil descubrir que cambiar es muy natural en nosotras, y que
ahora conseguir novio es una obsesión mandada a recoger. Ahora vivimos
estresadas por exigirnos en logros profesionales y personales, en hacer lo que
nos gusta y queramos, en vivir la vida y disfrutarla como si no hubiera un
mañana.
Somos extremadamente marcianas y
divertidas, diseñadas para que salgan de esa rutina monótona de su mundo
encasillado y estructurado de machos. Nos vestimos nosotras mismas y duramos
horas comprando nuestra propia ropa. Nos bajamos o salimos primero de cualquier
catástrofe. Podemos hablarle a la gente
del sexo opuesto sin tener que imaginárnoslos desnudos. El chocolate y el coco
muchas veces resuelven nuestros problemas. Podemos deducir como es alguien con
solo mirarle los zapatos y las manos. Nos peleamos a morir y después somos amigas
de nuevo. Con ellos somos compinches y amigos, compartimos pensamientos,
trabajos, bobadas y gustos. Con ellas afectos e intimidades secretas. Podemos
comentar lo tontos que a veces son los hombres en su presencia, porque
simplemente ellos tienen un pito de contestadora en la cabeza o en su defecto
una vaca con calzones y de igual manera no están escuchando. Pero chicos,
¡escúchennos! No nos dejen pensando que somos Barbies superficiales y huecas,
porque ni una cosa ni la otra. Escuchen atentos, sin darnos muchas recetas
mágicas, su cariño comprensivo nos permitirá pensar por nosotras mismas lo que
pasa, y su paciencia en escucharnos nos hará sentir especiales.
Con el paso de los años, logramos
madurar algunos comportamientos. El autodominio se va ejercitando y vamos
aprendiendo de nuestros propios cambios personales, actitudes y errores. Por
eso, podemos volvernos más predecibles. Pero no dejamos de ser féminas en
potencia. Tenemos paciencia y somos cursimente afectivas, por eso una reunión,
una clase, el gimnasio, una casa de una amiga se transforman en hogar, parche y
familia donde es lindo estar, porque nos sentimos queridas y aceptadas.
Cuando ustedes luego de toda esta
retahíla barata no se alteran por nuestros cambios, nos transmiten seguridad
racional de varónes y nos hacen mantener la cabeza fría en la dirección
correcta de las cosas. De esta manera, nos damos cuenta del cariño, y a la vez
de la firmeza de sus pasos. Porque, obviamente, son más estables que nuestros
propios cambios alienígenas y además, el ser pacientes con nuestras pequeñeces
y ternuras que nos hace mujeres les da un plus extra.
Si tú, hombre, tienes alguna
objeción sobre todo lo anterior, te la responderé de una vez: Sonreímos cuando
queremos gritar como locas. Cantamos cuando estamos histéricamente enojadas.
Lloramos cuando estamos felices y reímos cuando estamos nerviosas. Luchamos por
lo que queremos, por nuestros ideales y castillos en el aire. No tomamos un NO
por respuesta si creemos que todo tiene una mejor solución. Amamos
incondicionalmente sin temor a nada. Somos fuertes aunque creamos haber perdido
toda la fuerza. Sabemos que un beso y un abrazo pueden curar un corazón roto,
desperdiciado y herido. Venimos en todos los tamaños, colores y formas. Nuestro
corazón hace el mundo girar, y es por eso que soy mujer. Estoy muy contenta y
orgullosa de serlo, y a la vez me encanta lo diferentes y complementarios que
somos con ustedes los machitos. Mucha suerte con ese crucigrama interminable, y
créanme, ¡Jamás se cansaran ni se arrepentirán de llenarlo!
Jajajajaja lo máximo... es cierto podemos estar con mil cosas en el cerebro y en el.corazón pero sieeempre decimos que no pasa nada! Como.si fueran adivinos los.pobres muchachos... solo.alguien q nos.conozca la.suficiente sabe q ese."nada " tiene mas cosas.guardadas q.mi abuelita!
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